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Recordando el pasado fabuloso de Portugal: una visita al Monasterio de los Jerónimos


Un viaje a Lisboa nunca será perfecto sin una visita al Monasterio de los Jerónimos, la joya de la arquitectura portuguesa, máximo exponente del arte manuelino, considerado uno de los símbolos de la nación.


Cada vez que viajo a Lisboa no puedo pasar sin realizar una visita a esta belleza de monumento. Es la prueba tangible de una época en que Portugal, junto con España, compartían el protagonismo de la historia y rivalizaban por acaparar el mayor poder posible a través de sus descubrimientos a un lado y otro del mundo, haciéndose con nuevas colonias y sus riquezas, expandiendo sus dominios hasta límites muy muy lejanos.


El Monasterio es tan majestuoso que si tienes la suerte de que te toque el asiento de la ventana en el avión en el lado correcto, lo podrás admirar en todo su esplendor cuando vas llegando a la ciudad, en mi caso, volando desde América que los vuelos llegan al amanecer, pues todavía más hermoso.


Situado en el barrio de Belem, a unos 8 Km del centro de la ciudad, la famosa Plaza Comercio, comparte protagonismo (histórico y, por qué no, turístico) con otra famosa vecina, la Torre de Belem. Para que el paseo sea aún más emblemático pues puedes llegar en uno de sus famosos que recorren los principales puntos turísticos de la ciudad.


Fue mandado a construir por el rey D. Manuel I de Portugal, entre otros motivos para que sirviera de panteón para los monarcas de la dinastía Avis-Beja, que él mismo había iniciado. También se señala entre esos motivos del rey, conmemorar el exitoso retorno del navegante Vasco de Gama, que había llegado de su primer viaje a la India, donde había llegado en el primer viaje de la historia que bordeaba el continente africano y cruzaba el Océano Indico.


Su construcción se inició el 6 de enero de 1501 y se concluyó aproximadamente un siglo después. Para financiar esta obra, se utilizaban los impuestos que se recaudaban con la importación de especies que provenían de las Indias, durante la etapa en que Portugal dominaba el comercio de ultramar.


El lugar escogido para el Monasterio coincidía con el lugar donde se encontraba la primitiva Ermita de Restelo, y que había sido fundada por Enrique el Navegante, infante de Portugal a principios del siglo XV, uno de los precursores de la expansión de ultramar en la época de los descubrimientos. En esa Ermita Vasco de Gama y su tripulación pasaron un tiempo rezando antes de iniciar su viaje. Frente a ella se ubicaba la playa de Restelo, desde donde partían (y arribaban) los barcos que partían a descubrir nuevos mundos.


Para ocupar el Monasterio, D. Manuel I escogió a los monjes de la Orden de S. Jerónimo, que tendrían entre sus funciones la misión de rezar por el alma del rey y su familia, y prestar asistencia espiritual a los navegantes. Durante cuatro siglos esa comunidad religiosa habitó en estos espacios, pero en 1833 fue disuelta producto de la Revolución Liberal y los monjes lo desocuparon para siempre.


La Fachada


La fachada del Monasterio tiene una longitud de más de 300 mts, y su horizontalidad transmite una sensación de reposo. Tienes dos puertas de acceso, la Porta Principal y la Porta Sul, obras maestras del arte manuelino, con una decoración recargada con elementos religiosos y no tan religiosos, que las hace lucir majestuosas.


La Iglesia


Seguimos ahora nuestro recorrido por el interior de la Iglesia, que es impresionante, y está consagrada a la Virgen de Santa María de Belem. Según las guías, presenta una planta en cruz latina con tres naves a la misma altura unidas en la bóveda, con una altura que lo hace lucir impresionante, apoyada en seis columnas circulares que se abren sobre la cúpula dando lugar a las nervaduras (tengo que recordar ponerme al día con las clases de arte de mi época colegial).


En la entrada de la Iglesia o sub-Coro, nos encontramos los túmulos funerarios de dos de los principales personajes de la historia de Portugal, donde reciben el homenaje por parte todos los portugueses y amantes de la historia, como yo. Profusamente adornados, uno de ellos es el del navegante Vasco de Gama, que en plena época de los descubrimientos fue el primero en llegar de Europa a la India, bordeando África y a través del Océano Indico, siendo hasta entonces el viaje oceánico más largo jamás realizado, y que murió en 1524, en Cochin, durante su tercer viaje a la India en calidad de Gobernador con el título de Virrey.


A su lado, encontramos el túmulo de Luis de Camoes, fallecido en 1580, considerado uno de los escritores y poetas más importantes de Portugal, autor de Os Lusíadas, la epopeya en verso considerada la obra cumbre de la literatura en lengua portuguesa.


Aquí hago una reflexión: me detuve un rato y llegué a la conclusión que hay espacio suficiente para que algún día se coloque allí un nuevo túmulo, el de Cristiano Ronaldo, que es el héroe actual de los portugueses, que les ha dado casi tanto orgullo (y alegrías) como los otros dos. Desde aquí lanzo esa idea, y que me perdone Cristiano por adelantarme a los acontecimientos...


Sigamos. En el brazo izquierdo de la Iglesia nos encontramos tumbas reales: la del Cardenal Rey D. Henrique y los hijos del Rey D. Manuel II. En el lado derecho, la capilla que alberga, sobre dos elefantes de mármol, el túmulo vacío del Rey D. Sebastião, desaparecido a los 24 años en Marruecos, luchando contra los infieles en sus ansias de expandir los territorios, en la famosa Batalla de Alcácer-Quibir (1578). Su cuerpo nunca fue encontrado. Con su desaparición se creó un mito, una leyenda que aún hoy en día se escucha por los rincones, según la cual el buen rey volverá algún día y restaurará la grandeza del país de la época de las grandes conquistas y descubrimientos. Pues que así sea y que estemos vivos para contarlo.



En el altar principal, en sarcófagos de mármol cubiertos por coronas de bronce, también reposando sobre elefantes, están los restos de otros reyes importantes y sus esposas, como el propio D. Manuel I y D. Juan III.



El Claustro

A continuación, y pagando la correspondiente entrada de 10 Euros (gratuita los domingos hasta las 14:00), entramos al Claustro, maravillosa obra, que recorrimos asombrados buscando perpetuarlo en miles de fotos.



Tiene dos pisos con una planta cuadrangular, y está profundamente adornado en el mejor estilo manuelino, conjugando elementos religiosos, reales y naturales, Si te fijas, encontrarás medallones reales, cuerdas y nudos marineros, animales fantásticos de la imaginación medieval y la M de Manuel que se va repitiendo en todos los rincones del claustro.



En el lado norte encontramos el túmulo de otro importante escritor portugués, ya más moderno, Fernando Pessoa, fallecido en 1935, considerado uno de los escritores más emblemáticos del s. XX.



En el recorrido por el claustro se puede visitar el Coro de la Iglesia, con una buena vista del interior de la misma desde su parte superior, y una sala de exposiciones donde a través de paneles explican la evolución del monasterio comparándolo con la historia de Portugal y del mundo. Estuvimos un rato entretenidos con este panel, muy ilustrativo y fácil de entender. En esa misma sala, se encuentra una réplica de los retratos de los reyes de Portugal.


Al salir, nos dirigimos a otros lugares importantes del mismo Barrio de Belem, no sin antes pasar por la famosa pastelería que se encuentra al lado, donde se consiguen los originales y famosísimos Pasteles de Belem, tan famosos que merecen una entrada en mi Blog para ellos solos.


La visita se nos hizo corta, y eso que fuimos despacio admirando todo poco a poco. Visitar el Monasterio de los Jerónimos se ha convertido en una especie de ritual de la familia cada vez que vamos a Lisboa. Nunca deja de sorprendernos y recordarnos la grandeza de ese país en la época dorada de los descubrimientos.







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