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La Catedral de Santiago de Compostela (I Parte)



Y a Santiago de Compostela nos fuimos, directamente al final del Camino, dejando la experiencia de este recorrido histórico para cuando contemos con el tiempo y la preparación suficientes para vivirlo y disfrutarlo a plenitud, pero más que religioso en plan historia y gastronomía.


¿Quién era Santiago?


Seguramente te lo preguntarás, como yo. La Biblia se refiere habitualmente al Apóstol Santiago con el nombre de Jacobo, hermano mayor del apóstol Juan. Los Evangelios se refieren a él como “el Mayor”, para diferenciarlo del otro Apóstol Santiago (el Menor). Según cuenta la tradición, cuando los Apóstoles marcharon a predicar las enseñanzas de Jesús por el mundo, Santiago encaminó sus pasos a Hispania. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, en el año 44, mientras predicaba en Jerusalén, Santiago fue apresado por orden de Herodes Agripa I, quien ordenó su decapitación. Santiago “el Menor” recogió la cabeza de Santiago y la entregó a la Virgen María para que la custodiase. Hoy esta reliquia se conserva en la Catedral de Santiago en Jerusalén, perteneciente al Patriarcado Armenio. En cuanto a su cuerpo, sus discípulos lo recogieron y partieron en un barco a buscar un lugar apropiado para darle sepultura. En esta embarcación mágica, que no llevaba tripulación ni precisaba de guía, atravesaron el Mediterráneo y llegaron hasta las costas atlánticas, atracando en el puerto de Iria Flavia (Galicia), en los confines de la tierra entonces conocida, y en una carreta conducida por toros sin ser guiados fue enterrado en el lugar en que se detuvieron en la espesura del monte Libredón. El lugar quedaría olvidado varios siglos.


En el siglo IX, en el bosque gallego, un ermitaño llamado Pelayo se encontró con los restos de una antigua tumba misteriosa. Se informó a las autoridades religiosas locales que decidieron reenviar el mensaje al rey de Asturias, Alfonso II, que reinaba sobre Galicia. El rey y sus obispos identificaron la tumba como perteneciente al Apóstol Santiago el Mayor que, según la leyenda, había predicado en España. Por orden del Rey se fundó un santuario que con el tiempo se convertiría en una ciudad que es ahora el destino de una importante ruta de peregrinación conocida como Camino de Santiago.


Santiago es una ciudad maravillosa, una mezcla se historia y misticismo que en pocos sitios puedes encontrar. Saber que desde hace mil años sus caminos han guiado los pasos de ciudadanos de todo el mundo y de cualquier condición, únicamente guiados por su fe, le transmiten a su atmósfera un algo especial. Y aunque una visita a Galicia, en el norte de España, implica aprovechar y visitar muchos lugares maravillosos, tienes que asegurarte en tus planes dedicar un día entero a recorrer la Catedral de Santiago y sus alrededores.


Y allí llegamos, una bella mañana de agosto, con un sol poco habitual en Santiago, y comenzamos nuestro recorrido:


En la Plaza del Obradoiro


Para empezar la visita, nos dirigimos directamente a la Plaza del Obradoiro, centro neurálgico de la ciudad donde todo acontece, lo divino y lo humano. La plaza debe su nombre a la prolongada presencia de los talleres de canteros (obradoiros en gallego) que se afanaron durante casi 100 años en la construcción de esta fachada barroca de la catedral, entre los siglos XVII y XVIII. Es el punto final del Camino de Santiago. Aparte de la gran fachada de la Catedral, alrededor de la Plaza nos encontramos otros importantes edificios: el Hostal de los Reyes Católicos, hoy parador nacional y antes hospital de peregrinos; el Colegio de San Xerome, sede del rectorado de la Universidad de Santiago, y el Palacio de Raxoi, sede del Ayuntamiento de Santiago. Mientras estábamos admirando la fachada de la Catedral e inmortalizando el momento, pudimos contemplar la llegada de peregrinos, solos o en grupo, que transmitían su felicidad por haber llegado a la meta y cumplido su promesa. Unos cantaban, otros lanzaban vítores y gritaban, otros rezaban. Peregrinos y turistas se confunden, admiran la Catedral, se sientan en esas piedras milenarias a tomar el sol. Es sin duda un lugar con un ambiente increíble.

Frente a esta Plaza se ubica la fachada oeste de la Catedral, que es la más fotografiada y el símbolo de la ciudad. Fue construida por delante del templo románico original construido en 1075 en el lugar de la aparición de la tumba, protegiendo así el Pórtico de la Gloria que hasta entonces estaba al descubierto (hoy se encuentra resguardado por esta fachada y es lo primero que te encuentras al entrar por esta puerta). La fachada lamentablemente estaba en obras de mantenimiento, cubierta de andamios, mala suerte que a veces te pasa como turista, pero se podía apreciar la parte central con la figura del santo.


La fachada es impresionante, un gran retablo de piedra y grandes ventanales que dan luz al interior, presidida en lo más alto por la estatua de Santiago, con su traje de peregrino, con sombrero, capa y bordón, flanqueado por ángeles que portan las cruces de Santiago. Más abajo sus discípulos Atanasio y Teodoro custodian el sarcófago. Escudos, volutas, cilindros, pirámides, obeliscos y otras formas geométricas componen un admirable juego de luces y sombras.

Ese día se podía entrar a la Catedral por la puerta de esta Fachada así que subimos los 33 peldaños de la famosa Escalinata del Obradoiro, construida entre 1594 y 1600, una ingeniosa combinación de dos escaleras, una dentro de otra, para doblar las posibilidades de acceso y salida. Detrás de sus rejas se halla la cripta y, encima de ésta, una pequeña terraza o mirador que sirve de antesala a la entrada oeste. Y así, una vez que cruzamos esta puerta, nos encontramos de frente con el famoso Pórtico de la Gloria (también parcialmente cubierto por obras de restauración, ahora sí se puede decir que tenemos la perfecta excusa para volver).


El Pórtico de la Gloria


La entrada oeste de la Catedral fue rematada entre los años 1168 y 1188 con la obra cumbre de la escultura románica: el Pórtico de la Gloria. Este soberbio conjunto consta de tres arcos y más de 200 figuras de granito de evangelistas y profetas, que componen un mensaje teológico centrado en la idea de la salvación. Entre estas figuras, sobresale Daniel, con una expresiva sonrisa que, según la sabiduría popular, sonríe ante la belleza de la reina Esther, la sonrojada figura femenina que tiene enfrente. En internet, conseguí este modelo a escala del Pórtico para que se hagan una idea del bello trabajo:

Como patrón de la Catedral, Santiago se ubica en la columna central de mármol, que muestra a media altura las profundas huellas de las manos peregrinas, que según es tradición a lo largo de los años han posado sus manos para saludar al Santo. Detrás de la columna, el Maestro Mateo, autor de la Catedral, arrodillado ha pasado a ser conocido como el ‘Santo de los Croques', pues la tradición popular le atribuía el poder de transmitir su talento a quienes le diesen tres ‘croques' o cabezazos.




Después de estar un rato admirando esta maravillosa creación en piedra, y con la pena de no poder cumplir con la tradición de los cabezazos, por las mismas obras, pasamos al interior de la Catedral.


El resto de la visita la contaré en una segunda parte de esta entrada, porque merece la pena no escatimar en detalles.

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