La ruta de las pastelerías centenarias de Madrid
Hacer la ruta de las pastelerías antiguas de Caracas fue tan sabrosa y divertida, que hicimos lo mismo en Madrid. Investigamos, fuimos, probamos y aquí la tienen. Un paseo por las pastelerías centenarias de Madrid, que nos hablan de historia y tradición.
1830: “Antigua Pastelería del Pozo”
Empezamos nuestro recorrido muy cerca de la Puerta del Sol, la Calle del Pozo, un antiguo callejón que parte de la Carrera de San Jerónimo, y que se llamaba así por existir antiguamente un pozo de agua que se creía tenía poderes curativos. La pastelería abrió sus puertas en 1830. Cuentan que era muy popular entre el pueblo común y corriente por la accesibilidad de sus precios. Al acercarte a su antigua fachada de las de antes, de madera y cristal, puedes ver al fondo el antiguo obrador u horno artesanal. Sus productos más famosos son los hojaldres, las torrijas, el Roscón de reyes, y los bartolillos.
1842: “Casa Mira”
Muy cerca de allí, sobre la misma Carrera de San Jerónimo en el número 8 está Casa Mira, fundada en 1842 por un joven jijonenco que vino a la capital a hacer fortuna con los turrones que aprendió a hacer en su pueblo. Desde entonces el negocio ha pasado de padres a hijos hasta la actual sexta generación. Como dato, señalan que en 1868 se le concedió la Medalla de la Orden de la Reina Isabel la Católica, lo que les convirtió en proveedores de la Casa Real, lo cual para la época era un todo un privilegio. Sus turrones mantienen la misma receta tradicional de yemas, almendras y azúcar, sin usar colorantes, conservantes, saborizantes ni ningún tipo de producto que altere el sabor natural. Como fuimos en verano, y sus productos son más típicos de la navidad, casi no tenían nada que ofrecer a la venta y eso que la calle estaba llena de turistas japoneses haciéndose fotos.
1855: “El Riojano”
Nos acercamos ahora al número 10 de la calle Mayor, para conocer esta confitería de que fue una de las más tradicionales entre los madrileño del s. XIX., fundada por Dámaso de la Maza, oriundo de La Rioja, y que era el pastelero real. Se dice que era amante de la reina María Cristina de Habsburgo y que ella fue la que diseñó y acondicionó la pastelería con sus estanterías de caoba, repisas de mármol y adornos en bronce, que aún se mantienen. Sus especialidades son las llamadas pastas del Consejo, las que se preparaban para el rey niño Alfonso XIII, cuando presidía las sesiones y que aún se siguen sirviendo en el Senado y los tan castizos azucarillos de limón, así como los bartolillos, los pestiños, rosquillas del santo y sus mantecados.
1894: “La Mallorquina”
Seguimos nuestra ruta en dirección a la Puerta del Sol. Allí encontramos la pastelería más popular entre los turistas, fundada por tres mallorquines en la madrileña calle de Jacometrezo, ubicación inicial del negocio, para luego trasladarla a este local en la calle Mayor. Es famosa por su bollería y son los creadores de las napolitanas de crema y de los famosos caramelos de violeta, inspirados en el famosos cuplé de 1914 “La Violetera” (¿recuerdan a Sara Montiel cantándolo?) y que hoy en día es un típico souvenir madrileño.
1914: “Viena Capellanes”
Ahora vamos en dirección al Teatro de la Opera, en la calle Arenal número 30. Este local funciona desde 1914 pero la producción de sus productos se remonta al año 1873, cuando Don Matías Lacasa y el médico valenciano Ramón Martí obtuvieron la patente para la producción de Pan de Viena, que conocieron en la Exposición Universal de Viena de 1870. La primera estaba en la antigua calle de Capellanes, de ahí su nombre. Fue la primera industria madrileña que dispuso de un vehículo de reparto motorizado, en vez de los carros de caballos al uso de la época.
1914: “La Duquesita”
Para llegar a la última de las pastelerías de nuestra ruta hay que caminar un poco más, hasta la calle de Fernando VI, subiendo por la calle de Hortaleza desde la Gran Vía. Abrió sus puertas en 1914, siendo un referente en las pastelerías de la época. La familia Santamaría se haría con el negocio en 1932 hasta que Don Luis, tercera generación, echó el cierre en junio de 2015. Seis meses después el famoso pastelero catalán Oriol Balaguer adquirió la pastelería para mantener la tradición, con su estructura original y su decoración, y sus recetas tradicionales que ahora conviven con productos más modernos. Destacan sus palmeras de hojaldre, y sus croissants y panettones han ganado premios como los mejores de España varios años. También han sabido actualizar la tradición, un ejemplo de ellos son sus coronas creadas para la festividad de la Virgen de la Almudena, un innovador roscón relleno de frutas y nuevos sabores.